El trabajo del tractor comienza

Cuando visitamos el terreno por primera vez, mis ojos y mi mente recorrieron el paisaje y las instalaciones abandonadas. Pensé: “qué ardua y placentera resultará esta tarea, ¡necesitaremos un tractor!”. No estaba equivocado.

Poco menos de un año después, me hallaba parado en el medio de una carretera en el campo (la palabra “tráfico” no aplica aquí), esperando con mucha expectativa. Y allí estaba: un camión con un gran remolque, sobre el que descansaba un bonito tractor Kioti. “Allá vamos”, pensé, “¡que empiece la aventura!”.

Y en efecto, ha sido toda una aventura. Tenía algo de experiencia con tractores compactos, y mucha experiencia con todo tipo de coches, camiones y remolques, así que me sentía lo suficientemente preparado para conducir este pequeño caballo de carga. Hasta ahora, ¡ha sido una maravilla! Recomiendo a todo el mundo que, si alguna vez se les presenta la oportunidad, trabajen con un tractor pequeño. Cambiará sus perspectivas sobre lo que pueden lograr, en un plazo de tiempo razonable.

Esta no es una reseña del tractor Kioti CK3520, así que no los aburriré con las especificaciones del cargador frontal o de la retroexcavadora, ni tampoco alabaré las virtudes y desventajas del enganche de tres puntos o del sistema regenerativo. Lo que sí quiero compartir es lo interesante y gratificante que puede ser manejar un tractor.

Como la mayor parte de los vehículos, los tractores requieren mantenimiento. Y también, como sucede con la mayoría de los vehículos nuevos, es fácil caer en la tentación de pensar que esta máquina tan bonita y cara es indestructible. Así que me subí, la encendí y me lancé de cabeza contra el antiguo granero, que estaba algo inclinado pero todavía en pie. Después de un poco de preparación, empecé a golpear una esquina del granero repetidamente con el borde delantero del cargador, hasta que las vigas de los soportes verticales y horizontales empezaron a ceder e inclinarse. Poco a poco la gravedad se hizo cargo y el granjero se aplastó sobre la planta baja. Era como darle golpes a un monstruo dormido. Me precipitaba hacia adelante, clavando una lanza al costado, y luego me retiraba rápidamente por si la estructura decidía venirse abajo de un momento a otro. ¡Qué satisfacción!

La casa en ruinas presentaba una tarea mayor. Ha sido todo un reto gratificante desarmar una casa con tres chimeneas y varias paredes de interior. Empecé a desmontar la estructura rompiendo y empujando sistemáticamente. Así descubrí que las paredes y el techo tienen clavos y que los neumáticos del tractor no son indestructibles. Ahora soy un experto en quitar y volver a colocar los neumáticos pequeños de la delantera. A 45 minutos de distancia hay una tienda de repuestos de neumáticos que he visitado un montón de veces en el último tiempo.

Ahora, me acerco con cuidado al conjunto de maderas, ladrillos y metales viejos que componían la casa, removiendo el suelo con la pala cargadora para retirar posibles trozos de madera con clavos. Luego movemos a mano los escombros, colocándolos en un contenedor o en una pila de guardado. Los trozos más grandes de viguetas y vigas de soporte los conservamos para reutilizar en futuros proyectos.

Cada día mi mente se entretiene pensando cómo utilizaremos el espacio que ocupaban la casa y el granero. Me deleito imaginando un autobús escolar reconvertido en un centro de bienvenida, una zona de aparcamiento cubierta con paneles solares, y un taller grande y bien equipado. No veo la hora de compartir este increíble espacio con otras mentes inquisitivas y con espíritus aventureros que buscan descubrir o redescubrir su expresión artística, reconectar con la naturaleza y explorar el terreno a través de la ciencia.

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¡Encontramos el terreno!